ESLOVENIA
Klavdij Sluban
Leica Prize, Medal of Excellence, Prix Niépce 2000 (principal distinción de fotografía en Francia) y Villa Médicis Hors-les Murs1998.
Klavdij Sluban lleva fotografiando adolescentes en prisión desde 1995. Compartiendo su pasión, organiza talleres de fotografía para jóvenes reclusos. Este compromiso, que comenzó en Francia (Fleury-Mérogis) con la participación de Henri Cartier-Bresson durante siete años, así como la participación ocasional de Marc Riboud y William Klein, continuó en los campos disciplinarios de Europa del Este, en la antigua Yugoslavia (Eslovenia, Serbia) y la antigua Unión Soviética (Ucrania, Georgia, Moldavia, Letonia, Rusia), luego en América Central entre las pandillas, maras. Desde 2015, fotografía a adolescentes encarcelados en Sudamérica, sobre todo en Brasil y Perú.
La obra de Klavdij Sluban se ha expuesto en importantes instituciones en los últimos años, como el Museo Nacional de Singapur, la Académie des Beaux-arts de l’Institut de París, el Museo de la Fotografía de Helsinki, el Museo de Bellas Artes de Guangzhou, el Museo Metropolitano de Fotografía de Tokio, Rencontres d’Arles, la Maison Européenne de la Photographie, el Museo de Arte Moderno de Ciudad de Guatemala y el Centre Pompidou/Beaubourg de París.
En 2013, el Museo Niépce dedicó una retrospectiva a su obra, After Darkness, 1992-2012.
Ha publicado numerosas obras: 7AM, con Tereza Kozinc, éd. IIKKI, 2023; Photo Poche, n°169, texto de Željko Kozinc, éd. Actes Sud, 2022; In Vivo, éd IIKKI, 2022; Entre Parenthèses, Photo Poche Société n°12, éd. Actes Sud, 2005; Transverses – 1992-2002, éd. Maison Européenne de la Photographie; Balkans Transit, texto de François Maspero, éd. du Seuil, 1997; East to East, European Publishers’ Award of Photography, 2009 publicado por seis editoriales europeas, entre ellas Peliti Associati, All’est dell’este, texto de Erri de Luca.
PROYECTO
De este a este, Erri de Luca
Klavdij Sluban proviene de la mitad segregada de Europa; está acostumbrado a las vallas y a los barrotes. Incluso ha enseñado fotografía en la cárcel. En este ciclo él visita Oriente, un Oriente cuyas gentes han sido liberadas, como monjes liberados de una orden de claustro.
Al igual que sus paisanos, Klavdij Sluban, quien pasó su infancia en Livold, Eslovenia, perteneció a Yugoslavia, un país que acabó desgarrándose en la última década del siglo.
El fotógrafo surge de esta región afectada por un odio que todo lo consume. Él nos habla de aquellos del Este, aquellos quienes apenas sabían que el Este existía, revelando así las sombras que emanan de allí. Incluso la nieve es oscura, la luz es de un blanco desvaído, exiliada a la superficie.
El fotógrafo recorre las ciudades abandonadas de Oriente. ¿Dónde se han ido todos sus habitantes? ¿Queda alguien escondido en la niebla? ¿Hay algún pobre desgraciado huido o de espaldas a la pared? El fotógrafo sigue adelante, en busca de gente, más allá de Europa, avanzando hacia Asia, Rusia, Mongolia, China, en el ferrocarril transiberiano, pero no encuentra zonas de densa población. En todas partes domina la geografía, que hace insignificantes a los seres humanos.
El viaje del fotógrafo, en lugar de conducirle a un Oriente concebido como tiempo pasado, abre una grieta en el muro del tiempo y esta lo lleva al futuro. Visita Oriente como si fuera un peregrino que consulta un oráculo. De éste recibe visiones veladas en humo y niebla: el Oriente es un futuro vencido, un tiempo aún por venir para la humanidad, dilatado y en flexión.
Y el futuro aquí retratado en imágenes es difícil, difícil de escuchar. Del siglo más ruidoso de todos, el mayor productor de estrépito mecánico, pasaremos a un mundo de silencio. El futuro irá acompañado del silencio de los que han enmudecido. En estas fotografías, usar el blanco y negro es instalar un silenciador en el cañón de un arma. El fotógrafo es un tirador.
El fotógrafo añora la nieve nativa de su infancia, la nieve que cubría su rincón del mundo. Pero aquí se ha convertido en una lepra blanca; no cubre el suelo sino que lo corroe. Su silencio es opresivo. Se requiere de una exposición más larga para dar quietud a los sujetos. La quietud es el estado de gracia de un momento mesiánico, no la emoción de una visitación divina, sino la conclusión de una carrera.